“la fuga es un sueño de dos niños”
Llegar a ser adulto
biológicamente es lo más natural que existe, puesto que es lo que manda la
naturaleza. Pero ser adulto en el
momento preciso es todo un reto para muchos seres humanos.
Cuando el ser humano empieza
a formular preguntas como: ¿para qué estoy en la vida? ¿Qué me tiene reservado
Dios para mí? ¿Soy feliz haciendo o siendo así? – pero no puede pasar toda la
vida formulándose preguntas, más lo interesante, es darse una respuesta a
tiempo.
La pregunta más importante:
¿He logrado todo por mí
mismo o por qué Dios ha querido que yo sea y logre lo que he podido logar?
Cuando se comienza a pensar
de esta manera, es cuando el ser humano se da cuenta lo valioso que es. Se da cuenta que es un ser irrepetible y que
tiene una misión en la vida, una misión que Dios le ha designado desde su concepción
y para lo cual debe preparase día a día, momento tras momento para vivir en
clave de acierto, en clave de hacer la obra bien hecha.
Si la persona empieza a
descubrir y aceptar esto, desde el momento que aprende a verse como un ser
maravilloso pero a la vez inseguro sin la presencia de Dios, es cuando está
madurando. Así la persona sume que su vida tiene un fin, y que todos los medios
que tiene y pone nacen de Dios. Y que maravilloso aceptar que Dios manifiesta,
de esta manera, su misericordia para con nosotros. Esta es la única manera de madurar y empezar
su etapa de la adultez al lado de Dios.
Pero como todo ser humano
siempre se tiene dudas que no permiten que afrontar con decisión el plan de
vida ya designado por Dios. Esto se
aprecia claramente hoy más que nunca en los jóvenes. Cuántos, por no decir muchos o la gran
mayoría, decide convivir y no tomar la decisión del matrimonio. ¿Cuántos deciden fugar en su sueño de dos
niños?, es decir, cuantos, estando casados, y continúan pensando en modo de
soltero, siguen con un pensamiento inconsciente infantil y egoísta.
Todo esto es porque la
persona tiene un miedo muy dentro de ella, un miedo que no ha aprendido a
disminuir y anular en su vida. En una oportunidad escuche: “Aquello que vez en la otra persona
que te fastidia, es aquello que no has resuelto en tu propia persona”. Y es verdad, para madurar hay que aceptarse
como uno es, desde sus debilidades hasta sus cualidades. Es importante exigirse y exigir a los padres
para que orienten y eduquen con firmeza y amor a sus hijos, para que no fuguen en un sueño de niños, y peor aún una fuga de sueños en el matrimonio. Los padres deben asumir su rol de padres, para que con su coherencia de vida, enseñen a sus hijos a lograr la felicidad auténtica en cualquier estado de su vida.
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