“Compromiso ante Dios.”
El matrimonio como los demás
sacramentos, es un regalo de Dios, para el bien del hombre. Si bien es cierto que la historia nos ha
demostrado lo difícil que es aprender a convivir con los demás, mucho más lo es
convivir para toda la vida con una sola y permanente persona, es decir, con el
cónyuge.
Pero no solo es convivir. Es recordar constantemente, que hemos tomado
una decisión de vida; hemos optado por algo, en este caso por el sacramento del
matrimonio.
La importancia que tiene el saber optar con libertad por mejorar
cada día dicha convivencia, es lo que mantiene al matrimonio, puesto que nace
de la educación recibida en casa. Si hemos aprendido a servir, será más fácil
dialogar, ya que escucharemos antes de opinar. Esto no se logra de la noche a
la mañana, No.
Al igual que los hábitos y las virtudes, hay que reeducar al ser
humano paso a paso, para que aprenda a respetar y valorar el compromiso
adquirido y más aún el adquirido con Dios.
Empecemos por demostrar lo
duro que es saber decir un SI o NO al otro. ¿Cuánto de valentía, libertad y firmeza debemos cultivar para llegar a
formarnos paralelamente? - No siempre el
saber decir SI o NO permite que nos acerquemos más como esposos, pero lo cierto
es que sabemos cuánto y cuándo nos amamos para seguir trabajando juntos por el
mismo objetivo.
El matrimonio, cuando nace del
amor para el amor, permite que el esposo aprenda de la esposa y la esposa
aprenda del esposo. No solo lo
cognitivo, sino sobretodo el empatizar espiritualmente. El solo acto de mirarse, tocarse,
asentirse, etc., demuestra cuanto se conocen los esposos.
Y es que al asumir el
compromiso ante Dios, el matrimonio obtiene la Gracia de Dios, aquella que
fortalece el compromiso y lo reeduca en el amor, un amor de crecimiento
constante.
Les invito a renovar su
compromiso desde su corazón, para el amor a su cónyuge. Un renovarse para renovar la unión a la luz
de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario